Hace un momento tuve que firmar un trabajo y puse “Guillermo
Lemaître…”, me demore unos segundos en poner el “Herrera”. Solo porque pensé en el por qué de tener dos apellidos.
Primero y la más simple de las respuestas fue, “pues porque
es de mi mamá y me toca tenerlo ¿no?”, será cierto, ¿esa será la respuesta?
Hace un momento tuve que firmar un trabajo y puse “Guillermo Lemaître…”, me demore unos segundos en poner el “Herrera”. Solo porque pensé en el por qué de tener dos apellidos.
Podríamos tener solo uno, el de nuestro Papá y ya está. Debemos
tener los dos por algo más.
Ahora después de dejar este documento de word en “Stand by”
por unos días, se cuál es la razón, por lo menos para mí; para recordar a la
mujer más importante que hay y siempre habrá en mi vida, mi mamá. Mi mami, ella
que siempre ha estado para mí, que siempre está esperando con un “mi amor dindo”
al otro lado del teléfono.
Mami Tere que por más de 12 años me despertó con una sonrisa
para ir al colegio, con un milo caliente y unas tostadas, sin falta cada mañana.
Que casi siempre la escuchaba en la cocina preparando la taza de milo y sabía
que vendría y me diría “Golli colegio, se te hace tarde”, aunque fuera muy
temprano.
Ma, que siempre me ha apoyado en todo. En mis buenos
momentos, en mis malas rachas, en mis momentos de intensidad absoluta, que son muchísimos;
ahora que estoy lejos de casa y extrañándola más que nunca, ella ha sido mi
fortaleza máxima y nunca lo ha dejado de ser. Sé que ella siempre estará ahí para
mí, siempre estará para consolarme, para alentarme y sobre todo para amarme en
la manera que solo ella sabe cómo hacerlo.
No solo ahora está conmigo, y ha estado conmigo. Siempre estará
y ahora lo entiendo. Estará conmigo en ese “Herrera” en ese segundo apellido
que marca mi nombre con una historia, marca mi vida con un amor incondicional y
que hoy se cuánto significa en mi vida y se cuan agradecido estoy con el
universo por haberme dado a mí mamá, a mí amiga, a mí apoyo, a mí primer amor,
a mí ángel que nunca ha dejado de amarme y yo nunca dejare de amarla a ella.
Gracias,
Guillo Lemaître Herrera.
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