domingo, 17 de noviembre de 2013

Marea alta de cachacos


Es una ciudad llena de magia colonial y antiguos edificios de madera construidos con el sudor de historias y el dolor de manos de ébano. Sus calles de piedra y arena donde caminando se escuchan los pasos herrados y las ruedas chuecas de coches que reviven viejos tiempos que imaginamos y emociones que inventamos.

Se sigue escuchando el tradicional sonido de las negras vendiendo sus bollos y dulces, o el panadero golpeando su pinza al carrito que cualquier cartagenero reconoce; o los cruceros y barcos de carga que dejan la ciudad diariamente dejando solo el recuerdo de las bocinas que a pesar de la hora rejuvenece los sentimientos que esta ciudad te permite revivir cada vez que la visitas. Cartagena es bella, pero solo, cuando no es temporada de cachacos.

Con esa combinación de palabras para describir a la ciudad colonial de Colombia que es perfecta en su estructura y su turismo, todo esto queda atrás cuando llega alguna de las dos temporadas altas, junio o diciembre. La ciudad pierde un poco su encanto. Todo se llena hasta el punto de encontrar filas por doquier, y el tráfico no se mueve por horas; pero igual sigue siendo una ciudad llena de encantos por descubrir, solo que no se pueden descubrir en estos meses.

Un cartagenero común, se refiere a los turistas de dos formas fundamentales: Cachacos y gringos. Los primeros son todos aquellos que son blancos y están rojos por el sol, y se alcanza a ver la marca de la manga sisa en el “bronceado”. Los segundos son los rubios, los “ojiazules”, los que cargan una mochila gigante a sus espaldas; los que te preguntan direcciones con acento extraño, sin importar de donde sean, esos son, Gringos.

En junio además del calor casi insoportable, se suman los miles de vendedores ofreciendo cocteles, masajes, inflables y todo tipo de comidas; y en diciembre gracias a la naturaleza hay brisa y el ambiente navideño te hace sentir mejor, pero los turistas siguen ahí.

En la orilla de la playa no se puede entrar, y si logras abrir un metro cuadrado para sentarte y acomodar tu toalla en el suelo, los niños corriendo te llenan de arena, te mojan cuando salen del agua y la tranquilidad no existe. Para un costeño ir a la playa puede ser un paseo divertido, pero usualmente es un momento de relajación para tomar el sol, leer, tomarse algo; pero obvio en esta época no se puede.

Eso es solo en las mañanas, el almuerzo fuera de casa también es una odisea. Es una cuestión de paciencia. Buscar un sitio bueno y que este vacío, es casi imposible.

Pero ahora vienen las noches, comienzo con el tráfico. Este se vuelve aun mas agobiante en la noche, no se a que debe, creo que con la oscuridad te sientes mas atrapado entre los carros que se mueven cada 5 Misisipis, eso jugamos para que sea más ameno el viaje de Bocagrande hasta el centro histórico. Y al llegar al centro, no se encuentran restaurantes con mesas, a pesar de los cientos de restaurantes que hay.
Si al final logramos comer, llegamos a la discoteca en Getsemaní y la fila le da la vuelta la cuadra. Por lo menos el parqueadero es casi gratis, comparándolo con Bogotá que te cobran el segundo, allá te cobran la noche.

Sin embargo, la ciudad es encantadora. Ir en ese trancón y ver el mar, escuchar como rompen las olas en los espolones y ver como salpica el agua en el andén, hasta moja el carro por la fuerza que trae. Como puedes ver la cúpula de Santa Catalina entre los edificios del centro histórico, rodeados por el corralito de piedra. A lo lejos se ven también los enamorados en las ventanas de la muralla, viviendo su amor, que uno se alcanza a sentir parte del romance por igual.


Los últimos años, puedes ver a los turistas en bicicletas felices disfrutando las ciudad y su esplendor, algo que no tiene comparación; llegar a tu ciudad y ver como miles de personas distintas cada año pueden disfrutarla. Esto solo es intensamente turístico en aquellos meses, y el resto del año es nuestra, para disfrutarla y vivirla como queramos. Cartagena dos veces al año se le sube la marea, la marea de cachacos.

Guillo

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