Muchas veces me han
preguntado, ¿Qué se siente irte de tu casa? ¿Dejar todo lo que tenias antes y empezar aquí de
cero? ¿Cómo es vivir solo? ¿No extrañas a tu familia?; a lo que yo con fuerza
y determinado respondo, “ha sido lo mejor que me ha pasado, aquí empezó mi vida
y a mi familia si la extraño pero estarán allí siempre para mí”. Pero, ¿será cierto?, ¿estarán siempre allí para
esperarme? Muchas preguntas y tan pocas respuestas.
No sé cuantas veces les
digo sinceramente a mis padres que los amo; a mi tía que extraño hacer karaokes
con ella y que desearía haber hecho más; a mi mamá que me encantan sus ensaladas aunque siempre
decía que no; a mi papá que me encanta ir a la finca y montar a caballo a
pesar que los últimos años no lo he hecho por qué “que mamera”. Que amo estar
con mi perro, que lo extraño; que extraño también mi cuarto, con mi ventana que
daba a la calle, mi calle donde escuchaba pasar los carros, donde el jardinero
los domingos me despertaba cortando el césped, donde escuchaba a Jazmín lavar
el baño, el cuarto que está al lado de la oficina de Vancho. Extraño mi balcón,
el que deseo hubiese utilizado más. Ese cuarto que me acogió por casi cuatro
años de mi vida, donde mis amigos iban y gritaban, cantaban, dormían, veíamos
películas, comíamos, donde tuve amores y desamores, donde todos los días
llegaba y me sentía protegido, el cuarto que podía pintar y nadie me reclamaba
(a veces mi mama, pero muy rara vez).
Decirles que extraño
mucho ir al Huerto, comer ese tofu que tanto nos burlábamos con la frase “Tofu,
hmm yummy yummy”; también las empanadas de queso o las lumpias, las sopas que
venían en un tarrito de icopor medio doblado por el calor y acompañado de otro
donde la ensalada estaba dentro de un papel de aluminio y también doblada por
el calor de la comida, y con eso escuchar a mi mamá decir que “no se iba a comer
eso”. Qué extraño a mi tía y sus frases celebres que tan feliz nos hizo la vida
a todos en algún momento, y que desearía poder volver y abrazarla más y no
burlarme tanto de ella.
A veces desearía volver y
oler a mi mami, sus más de 10 perfumes, que todos huelen exactamente a ella.
Acostarme a su lado en su cama y que Rocko llegue celoso y ella le hable con
voz de pechiche. Escucharla hablar con el negó porque es un intenso en las
noches, o con el mono porque es un consentido y ella lo ama. Verla maquillarse
en su tocador, verla hacerse el blower e intentar hablarle y no escuche nada. Despertarme
los domingos y verla en su sudadera arreglando las matas del jardín, sus
amores. Escucharla decir que tiene que hacer dieta y que ese día empezó la
dieta de frutas. Escuchar sus tacones bajando por la escalera o subirlas
corriendo porque “el hijuep*ta calor la está matando”. Recoger la del trabajo,
pelear con ella porque no llegue a las seis en punto. Ayudarla con el zíper del
vestido azul que se ponía para el trabajo. Poder entrar a su cuarto, escuchar
las ventanas ajetrearse por la fuerza con la que abro y verla allí sentada en
su cama echándose crema en los pies y luego poniéndose sus mediecitas y
metiendo los pies bajo su cobija. Escucharla hablar medio dormida con su
aparato en la boca. Pasar esos momentos en su cuarto cuando le decía al perro
que se bajara de la cama con un simple “JUMM” (y Rocko se bajaba). Solo verla
todos los días y decirle que la amo, que sus pecas son perfectas, que es la
mejor mamá
que pudo ser y ahora entiendo que sin ella no sería lo que hoy soy, ni estaría
donde estoy, decirle que le agradezco inmensamente por darme todo lo que me ha
dado. Simplemente poder abrazarla.
Volver y escuchar la risa
de Beatri, poder abrazarla cuando la vea llegar por la puerta y ver su sonrisa
todos los días. Presenciar los aromas que me sacaban del cuarto a ver qué
misterio me esperaba en el almuerzo. Comer más tostadas con mantequilla y
azúcar y un milo gigante. Comer más arroz de fideos con patacones y pollo a la
gente. Preguntarle a mi nana como hacer tantas recetas que me encantaría saber
preparar, la carne esmechada, la posta negra, el pollo a la gente, la torta de
brócoli, su arroz con pollo, el ajiaco. Me encantaría volver y dejar de decir
que no me gusta el mote, ahora amaría tomarme un plato; o uno de sancocho que
hace mucho no preparamos. Decirle que la amo, y que la extraño; que le agradezco tantas tarde felices y
tantas charlas junto con Luz; burlarnos de ella a sus espaldas por que “este
año si me voy, en diciembre dejo de trabajar” aunque ya lo haya hecho.
Estar con mi hermana y
poder entenderla, ver sus videos del X factor y poder emocionarme como ella lo
hace. Ver Greys Anatomy acostados en la cama de mami. Verla ahí en esa cama
acostada bordando punto en cruz. Cuidarla más. Decirle que la amo, que la
extraño.
Decirles que extraño
Barranquilla, extraño los recuerdos, a mis amigos, a mi familia, mi cuarto, a
Beatri, a los vecinos, a Rocko, a Saskia, los gatos, a Diana y Cata, a la tía
Chopi, ir al Huerto, a Jazmín, a mis tíos, a Pillo. Extraño cantar en mi cuarto
y sentir que las paredes estaban aisladas y que nadie escuchaba, bajar las
escaleras y ver el sofá negro, los cuadros colgados, ver las peredas naranjas
que tanto decía que odiaba, ahora las extraño, que el internet que fuera
siempre, que la casa sea caliente, que a la cocina no le entre corriente de
aire, extraño los ventiladores blancos de la sala comedor, el bife, la vitrina,
las botellas de trago de Iván, extraño ir al gimnasio de combarranquilla, oler
el tabaco de mi papá;
extraño el carro, a mi mamá, a Iván, a mi papá, a mi tia Pillo, a mi hermana, a Beatri. Extraño
mi hogar.
Los extraño, los amo y
aquí les escribo lo que desearía poder volver y hacer.
Guillo.